Editorial: Una mirada compasiva al enfermo y a la enfermedad
Editorial: Una mirada compasiva al enfermo y a la enfermedad
La misión del Hospital San Vicente Fundación Medellín es “brindar bienestar por medio de servicios de salud”. Esa es nuestra esencia. Al respecto, quiero expresar estas palabras desde mi experiencia personal, una experiencia intensa, difícil, profunda, pero inmensamente enriquecedora. Mi contacto humano como sufriente de una enfermedad (pido excusa por utilizar este adjetivo tan en desuso pero me parece que es inmensamente ilustrador de lo que se siente).
Empiezo por afirmar que debemos hacer la distinción entre lo que significa ENFERMO Y ENFERMEDAD. El enfermo es precisamente la persona sufriente de la enfermedad. Esta a su vez es el padecimiento físico, mental, emocional. El enfermo padece de la enfermedad y ese padecimiento puede ser agudo, crónico, de acuerdo con su presentación y duración; puede ser penetrante o leve, de acuerdo a su intensidad; e incluso puede existir o no existir. Ser o estar enfermo es una condición vital que se puede modular y que depende de muchos factores.
La enfermedad, por el contrario, es un estado patológico, con variaciones, sutiles o no, pero caracterizable, estudiable, homogéneo, predecible.
El enfermo es un ser humano único, con una experiencia vital única. Conocer esto, apropiarnos de esta realidad, es la única manera de vivir la medicina y las ciencias de la salud de una manera humana.
Ahora bien, qué pasa en ese momento, en esa experiencia vital: Son tres los sentimientos y emociones que hacen que el ser humano sea sufriente de una enfermedad. Primero, UNA SOLEDAD INTENSA, un abatimiento, podemos estar con muchísimas personas y el enfermo se siente solo. Segundo, UNA DESILUSIÓN pronunciada; nuestros proyectos y planes se hacen lejanos, el futuro se percibe extraño. Y finalmente, UNA INCERTIDUMBRE extrema, el miedo, la sensación de no saber qué pasa y por qué invade nuestra mente y nuestros espacios. ESA ES LA CONDICIÓN DE ENFERMO: Soledad, desilusión, incertidumbre.
La enfermedad, por otro lado, sigue su curso más o menos predecible, más o menos intensa, pero siempre caracterizable y homogeneizable.
El enfermo a su vez siempre es un ser único, sufriente de una condición única, pero también siempre solo, así este con mil; desilusionado y ávido de certezas.
He ahí nuestro papel como personal de la salud. Obvio, estudiar de la mejor manera nuestros enfermos, caracterizar sus enfermedades, brindarles el tratamiento y manejo médico que requieran por su condición, pero SIEMPRE debemos tener en nuestro armamentario tres herramientas que todos los pacientes necesitarán como seres sufrientes y únicos:
COMPAÑÍA, que de alivio a su soledad; CERTEZA para dar respuesta a todas las dudas y temores; y sobre todo ESPERANZA, aun en los momentos y situaciones más difíciles, para brindar esperanza que abra un halo de luz en la oscuridad.
En una palabra, nuestra actividad médica, nuestra misión de brindar bienestar siempre debe hacerse de la mano de una actitud de vida compasiva, porque como dice el Papa Francisco, “la compasión es el lente del corazón”.
Termino pues, invitando a todos los que hacemos parte de esta hermosa institución de la salud, a que siempre acompañemos a nuestros pacientes con los lentes de la compasión, para acompañarlos en ese duro trayecto de la enfermedad, y en lo posible a pesar de su enfermedad, que su estado de “enfermo” sea más llevadero y su vida más digna.