La vida de la memoria: nuestros adultos mayores

El mejor día para agradecer y celebrar es hoy. Exaltar los motivos que hacen único y especial a alguien es un gesto amoroso y de reconocimiento  hacia esa persona, es por eso que dedicaremos éste texto a nuestros adultos mayores.

La edad de la paciencia, la edad de la escucha, la edad de la cosecha, la edad de la calma, la edad del buen silencio, la edad de los recuerdos y remembranzas, es la vejez.

Es la época en el que las cosas, los lugares, las texturas, los olores y los sabores tienen una historia única guardada en la vida de cada uno de nuestros abuelos y que en sus palabras cobran vida una y otra vez, dándonos arraigo e identidad. Ellos son nuestro legado oral y vivencial y cada familia que tiene uno, tiene un tesoro y un privilegio para cuidar amorosamente; una máquina del tiempo personalizada que guarda los secretos, las claves y muchas respuestas  a las preguntas de nuestra identidad.

Esperar, conversar, apoyar, ir despacio, acompañar, observar y disfrutar con nuestros adultos mayores es en primera instancia, una tarea familiar que además conserva un orden de responsabilidad que comienza en cónyuge e hijos, se extiende a nietos y alcanza a hermanos y sobrinos. Validar como familia la respuesta que damos a nuestros adultos mayores hace parte de su cuidado vital, entendiendo que la salud “es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”  tal como lo indica la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Ellos son vida porque guardan nuestra memoria, nuestra ancestralidad, mantienen cercana la historia: la propia. Tener adultos mayores  en la familia es tener vida, es mantener un lugar lleno de recuerdos, tanto por aquellos viejos que hablan, conversan y cuentan sus historias y hazañas, como por aquellos que por su pérdida de memoria por enfermedad o proceso biológico normal, nos hacen retomar los recuerdos como anzuelos y excusas de conversación, para aterrizarlos en su identidad, en su ubicación, en su existencia.

Es importante reconocer en ellos sus fortalezas de acuerdo a sus gustos y formación, así como identificar, cómo reforzar a través de situaciones cotidianas una sana autonomía y acompañar el uso de la tecnología evitando contenidos en nuestras palabras, gestos y mensajes que no les aportan esperanza y sentido de existencia, para protegerlos del universo de información que la virtualidad aporta, somos filtro, somos red.

Nuestros adultos mayores no sólo requieren hacer parte de las redes de asistencia médica o en salud, sino también de las sociales y multidisciplinarias en el que las comunidades y organizaciones sociales,  tanto públicas como privadas crean y ponen a disposición del público en general: grupos, mesas de trabajo y líneas de atención que en tiempo real, brindan soporte y apoyo con espacios de encuentro como tertulias, conversaciones, visitas de acompañamiento virtual; cuya búsqueda podemos realizar en nuestras localidades con apoyo de los líderes comunales, autoridades religiosas y grupos barriales, culturales y de tercera edad; para identificar la que responda a las necesidades del adulto mayor bajo nuestro cuidado.

Sabemos que por la demanda del distanciamiento social, se han reinventado muchas organizaciones, extendiendo sus acciones a la virtualidad y por eso como Hospital San Vicente Fundación nos vinculamos con diversas alternativas de acceso gratuito a través de charlas, audios y videos ilustrativos.

 

Cuidar amorosamente a nuestros adultos mayores es posible y contamos con un universo de posibilidades; es cuestión de pensarlo y hacerlo posible para ellos ¡Vincularlos es mantenerlos vivos!

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