Una de las realidades que lleva consigo un sinnúmero de preguntas, incertidumbres, miedos, ansiedades y muchos factores más, que confrontan la existencia humana, y aun la Revelación Divina, es el sufrimiento, de manera específica en la enfermedad y el dolor. Y en ello, quisiera reflexionar, en torno a la fiesta de San Camilo de Lellis, más conocido como “el Gigante de la Caridad”, justamente considerado en la Iglesia, como el Patrono de los enfermos, de los profesionales de la salud y de los hospitales. Una ocasión, además, para contemplar su testimonio y fuerte impacto en el mundo de la salud, un icono de la humanización, la esperanza y la vida.
Es en la enfermedad, cuando evidenciamos nuestra fragilidad e impotencia, y la gran necesidad de los demás, esto sin duda, nos define como seres humanos, llamados a vivir en comunidad. Ésta fue una de las grandes razones que inspiraron a San Camilo de Lellis, como llamado de Dios, a ser e impulsar la presencia sanadora en medio del dolor, llamando a otros hombres y mujeres, vincularse a este objetivo, ser imagen de misericordia, consuelo y ternura en medio de la enfermedad. Un acontecimiento que, a mitad del Siglo XIX, trajo consigo el nacimiento de proyectos, instituciones, profesiones y demás expresiones del cuidado asistencial y servicial, entre ellos, vale pena resaltar, la Cruz Roja, la Enfermería, comunidades religiosas, voluntariados, y lo más importante, el aporte de la cultura humanizada, donde se rescata el respeto, la dignidad e integralidad de la persona humana y todo su entorno.
San Camilo, con su carisma, nos enseña que no podríamos ignorar que en nuestro alrededor hay mucha necesidad, alguien que espera una mano que lo ayude a sostenerse, alguien que anhele una palabra de consuelo para animarse, alguien que espere una visita, en medio de su lucha y crisis, por más que no existan palabras, solo querer presencia de alguien… y así entre tantos ejemplos, se evidencia que nuestra mirada, no importando nuestra profesión o aun nuestro pensamiento político o religioso, debe estar dirigida a todos, estando despiertos y dispuestos a servir, y ser instrumentos de vida y esperanza. No caer en la indiferencia te hará testigo del cuidado y celebración de la vida.
En términos de fe y devoción, en la realidad de la enfermedad y el sufrimiento, Dios no es un ser tan lejano, como parecería, Él se hace visible y cercano a través de personas y acontecimientos, lo que hace que su toda su existencia juegue un papel importante en aquellos que más sufren, los enfermos. Es por esto que resalto, la manifestación de lo Divino a través de aquellos que deciden emprender su Voluntad, en lo sencillo y cotidiano, como cuidar, acompañar y servir a los más pequeños, los enfermos, en su tiempo recibirán su recompensa y las bendiciones celestiales, otorgadas, para todos los que ponen su Palabra en obra, la vivencia del Amor, que en definitiva es la mejor medicina.
Les invito, para que, inspirados por el ejemplo de este gran santo, nos dejemos seducir por la vocación del amor y la presencia sanadora. No te inquietes por preguntarte a dónde ir, qué decir o qué hacer. En donde te encuentres, por donde camines, y a donde entres siempre existirá alguien que espere de ti, y si no existen palabras, tu presencia será el gran regalo, y así la vida misma se convertirá en una escuela de aprendizaje, donde encontrarás y darás sentido a las situaciones de dolor y enfermedad. En esa medida, así como darás, recibirás, también verás que te retroalimentarás por medio de esa relación de ayuda, te sentirás digno, acogido y valioso. El milagro de la presencia y cercanía, otorgará otro milagro, la vida y la esperanza, expresión de la humanización.