Una de las grandes crisis de estos tiempos, que evidencia un gran vacío en medio de muchos contextos, y trae consigo diversas expresiones negativas y adversas en la realidad, suscitando, además, una frialdad y división, es la falta de sensibilización ante las diversas necesidades personales y comunitarias. Esto, de manera particular, evidenciado en el panorama del egoísmo y los intereses particulares, donde cada quien se enfoca en sus propias necesidades, dejando de lado, la de muchas personas alrededor. Una situación que valdría la pena reflexionar, en torno al testimonio y la enseñanza de uno de los grandes santos, que predominó en el siglo XVII, el cual, además, tenemos el privilegio de contar como Institución, como patrono y protector, puesto que llevamos su nombre, me refiero a San Vicente de Paúl.
Fue justamente en medio de tanto dolor y deshumanización, manifestada en ese momento con gran impacto, donde San Vicente vio necesario buscar estrategias, no inalcanzables y complicadas, sino en lo sencillo y cotidiano, y es allí donde se comienza a generar una consciencia por la dignidad de los más vulnerables, esto desde obras humanitarias y expresiones de caridad. Con este espíritu generoso, este hombre inspirará en muchos corazones, la necesidad de salir de sí para llegar a otros, derrumbando así, muros de desigualdad, y generando un ambiente de mejor calidez y calidad de vida en muchas personas. Es aquí donde, desde Francia, comienza a resplandecer el sentido de las obras de Caridad y sensibilización por los más necesitados. Desde el espíritu humilde y servicial de San Vicente, nace la consciencia de la necesidad, importancia y dignidad del otro, testimonio para la Iglesia y el mundo entero.
Ante esta perspectiva, San Vicente de Paúl, con su carisma, nos recuerda e invita en estos tiempos, a despertar en una de las vocaciones más valiosas que podría existir, la cual, además, resalta y trabaja por nuestra propia dignidad y la de todo aquello que nos rodea, de manera especial, las personas, me refiero, al don del servicio. Éste expresa tres virtudes concretas, las cuales nos llevan a saber vivir, y emprender caminos de realización plena: gratitud, generosidad y humanización. Todas ellas, el mismo San Vicente manifiesta, encierran la mejor decisión de nuestras vidas, ser agradecidos por lo que se es y se tiene, todo inmerecidamente; al tiempo de compartir, donde la generosidad es consciencia de desprendimiento y reconciliación; y llegando al culmen de la humanización, expresión de dignidad, esperanza, cuidado y celebración de la vida.
Desde este análisis, respondamos a esta pregunta, y les invito a reflexionar en torno a ella, ¿Qué me está impidiendo ejercer este camino que lleva a la humanización?, teniendo en cuenta esas tres realidades, concretadas de manera tan sencilla en la vida de San Vicente. Esto nos ayudará sin duda alguna, a mirar el termómetro de nuestra existencia, observando si estamos aprovechando cada instante de la vida, valorando cada persona que nos rodea, en su integralidad, y caminando así, en una realización plena, madura y humana, trabajando por la paz, justicia e igualdad.
Que sea desde San Vicente de Paúl, y en medio de su fiesta cada 27 de septiembre, que despertemos en medio de lo que hoy está dormido por el estrés, el cansancio, la indiferencia, la negligencia, el egoísmo, la frialdad y la dureza. Que no olvidemos, que esto no es cuestión de grandes cosas o expresiones materiales, sino de disposición, tiempo y carisma, con espíritu servicial hay un paso a la humanización.