La piel es el órgano más grande del cuerpo y su función principal es protegernos contra microorganismos y sustancias químicas, así como ayudarnos a conservar la temperatura corporal. Está compuesta de tres capas (epidermis, dermis e hipodermis) y en su interior contiene un sinnúmero de estructuras vitales para el funcionamiento de los sistemas de regulación del cuerpo, tales como glándulas sebáceas y sudoríparas, terminales nerviosas, entre otras.
¿Qué son las quemaduras?
Las quemaduras son lesiones que se producen en la piel como consecuencia de la acción de agentes físicos, térmicos o químicos que ocasionan la destrucción celular de la piel, de sus anexos, e incluso, de los tendones y músculos. Además, ocasionan inflamación y pérdida de líquidos debido a la destrucción de los vasos sanguíneos que quedan afectados.
Las quemaduras graves representan el tipo de agresión biológica más severo que puede sufrir el organismo y pone en peligro la vida del paciente por el permanente riesgo de infección y falla multiorgánica. Se calcula que el 80 % de las quemaduras pueden ser prevenidas, pues la mayoría ocurren como accidentes en el hogar.
¿Qué hacer y qué no hacer?
No deje al alcance de los niños fósforos, encendedores, sustancias químicas o herramientas de trabajo.
No deje fuegos o velas encendidas si va a estar fuera de casa.
No conecte varios dispositivos a un mismo toma de energía para evitar sobrecargas.
Tape los recipientes que contengan líquidos calientes y evite que objetos pesados estén ubicados en lugares altos que puedan caer sobre los niños más pequeños.
Pruebe la temperatura de los alimentos antes de consumirlos. Cuando se trate del cuidado de menores, controle la temperatura del agua para el baño y no los deje sin vigilancia mientras realizan actividades en áreas no seguras.
Tape enchufes y evite cables o tomas de corriente al alcance de los niños.
No manipule ni permita a sus hijos utilizar pólvora.
Eduque a sus hijos sobre el manejo y los peligros del fuego.
Manejo inicial
Antes de actuar es conveniente tener las manos limpias para poder manipular la zona afectada (nunca toque las lesiones con las manos sucias).
Retire inmediatamente el objeto o fuente de calor que está causando la quemadura.
Evite que la persona corra, ya que el viento puede avivar aún más la llama.
No retire la ropa que esté adherida a la piel, esta se debe retirar únicamente en caso de que la quemadura sea producida por un agente químico con la precaución de que no tenga contacto con la piel de otra persona.
Enfríe la zona quemada con agua a temperatura ambiente de 10 a 15 minutos con baja presión para no lesionar más la piel expuesta.
Compruebe si hay objetos extraños (arena, restos de alimentos, plásticos, fragmentos de vidrio, entre otros). No los retire si están incrustados o adheridos al tejido.
Cuando termine el enfriamiento de la zona quemada, cubra inmediatamente con una gasa o sabana limpia y fría.
No sople las heridas ni realice torniquetes, tampoco aplique sustancias ni remedios naturistas tales como: crema de dientes, saliva, clara de huevo, cuncho de café, telarañas, penca sábila, leche, aceite de cocina, mantequilla, miel, entre otros.
Consulte al centro de salud más cercano, el personal de salud es quién debe realizar la evaluación de la lesión y definir el manejo a seguir.
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