«Cuando ya no podemos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos».
Viktor Frankl
Por estos días, cuando es un buen día, tratamos de adaptarnos a la situación, esperamos controlar los riesgos, aprendemos a relacionarnos distinto en nuestro quehacer diario, nos convencemos de dejar a un lado el miedo para retomar el control, transformamos la manera de relacionarnos con los seres queridos, reinventamos la manera de vivir nuestras pasiones para disfrutarlas igual o más que antes.
Cuando el día no es bueno, la sensación de desasosiego se apodera de nosotros, nos volvemos intolerantes, juzgamos el actuar del otro sin tener propuestas para completar el mismo trabajo, dejamos de ver el horizonte, perdemos la meta, se magnifica lo negativo, a veces quisiéramos renunciar…
Está en la naturaleza humana esa mutabilidad – ninguno de los dos extremos está solo, no podemos ser el uno sin conocer al otro; sin embargo, define nuestra capacidad de adaptación y nos permite construir sociedad dejando de lado la individualidad -, la característica única del ser humano de reconocer sus propios sentimientos y descubrir en ellos su importancia verdadera al darles significado.
Ese significado que puede cambiarnos desde adentro – que le da sentido al riesgo, que nos permite vivir desde el servicio, que nos viste de paciencia, que nos congrega para cuidar y que nos alimenta desde la entrega desinteresada -. Cuando nos levantamos, en un día bueno o malo, y nos permitimos resignificar el propósito de lo que hacemos, somos capaces de seguir caminando hacia adelante, llevando siempre con nosotros a los que amamos, y podremos ser felices de una forma plena donde la felicidad no solo está en la meta… hace parte del camino.
Por: Maria Clara Mendoza
Jefe de Urgencias
Hospital San Vicente Fundación de Medellín