Errores frecuentes en la reanimación cardiopulmonar

El paro cardiorrespiratorio podemos definirlo como la interrupción brusca, inesperada y potencialmente reversible de la respiración y la circulación espontáneas.  Para restituir esta situación, se requiere de la adecuada realización de las maniobras de reanimación que parecen ser simples y sencillas, pero frecuentemente en la práctica, encontramos deficiencias en la aplicación de las guías propuestas, que impactan la calidad y el éxito en el restablecimiento de los signos vitales.

Uno de los errores más comunes es la interrupción de las compresiones torácicas con mucha frecuencia y/o durante mucho tiempo.  Un número bajo de interrupciones se asocia a un mayor éxito en el retorno a la circulación espontánea y a una mayor supervivencia tras el alta hospitalaria. La reanimación cardiopulmonar de alta calidad mantiene el flujo sanguíneo a los órganos vitales principalmente al corazón y al cerebro, una interrupción de las compresiones disminuye drásticamente la presión de perfusión coronaria.

La fracción de compresión torácica durante una reanimación cardiopulmonar debe ser mínimo del 60%, pero se recomienda que sea superior al 80%, lo que puede lograrse con un buen trabajo en equipo. Este es un objetivo medible que se debe calcular durante cada esfuerzo de reanimación, pues una fracción de compresión torácica alta mejora la tasa de supervivencia. Para lograr esta meta se recomienda que no deben pasar más de 10 segundos sin compresiones torácicas durante la realización de las diferentes acciones que requiere el intento de una reanimación.  

La frecuencia y la profundidad de las compresiones son también errores frecuentes que impactan negativamente la calidad de la reanimación. Es común una frecuencia alta de las compresiones asociada a una profundidad insuficiente, lo que disminuye la perfusión a los órganos vitales. Además, está demostrado que las compresiones demasiado profundas pueden aumentar las lesiones de la reanimación cardiopulmonar. 

Lo ideal es proporcionar entre 100 y 120 compresiones torácicas por minuto y con una profundidad de 5 a 6 cm, dejando que el tórax se expanda por completo después de cada compresión.  Se recomienda usar dispositivos de retroalimentación, monitores que miden el rendimiento de la reanimación cardiopulmonar en tiempo real, para controlar la frecuencia y la profundidad de las compresiones y la fracción de compresión torácica; además, proporcionan datos para el debriefing después de la reanimación.

La frecuencia y la profundidad de las compresiones son también errores frecuentes que impactan negativamente la calidad de la reanimación. Es común una frecuencia alta de las compresiones asociada a una profundidad insuficiente, lo que disminuye la perfusión a los órganos vitales. Además, está demostrado que las compresiones demasiado profundas pueden aumentar las lesiones de la reanimación cardiopulmonar.

Lo ideal es proporcionar entre 100 y 120 compresiones torácicas por minuto y con una profundidad de 5 a 6 cm, dejando que el tórax se expanda por completo después de cada compresión.  Se recomienda usar dispositivos de retroalimentación, monitores que miden el rendimiento de la reanimación cardiopulmonar en tiempo real, para controlar la frecuencia y la profundidad de las compresiones y la fracción de compresión torácica; además, proporcionan datos para el debriefing después de la reanimación.

También se recomienda monitorizar la calidad de la reanimación cardiopulmonar con capnografía; una lectura de CO2 al final de la espiración menor de 10 mm Hg, significa que el éxito del retorno a la circulación espontánea es poco probable y se deben optimizar las compresiones. 

La ventilación excesiva, un error también bastante frecuente durante los esfuerzos de reanimación, debe ser evitada pues causa distención gástrica, aumento de la presión intratorácica y disminución del retorno venoso y del gasto cardiaco lo que reduce las probabilidades de supervivencia. Se recomienda proporcionar de 10 a12 ventilaciones por minuto.

La demora en la identificación del ritmo de paro es un desacierto que retrasa el inicio de la terapia eléctrica cuando está indicada, reduciendo de manera importante el éxito del retorno a la circulación espontánea. La probabilidad de una desfibrilación exitosa disminuye rápidamente conforme el tiempo pasa una vez iniciada una fibrilación ventricular o una taquicardia ventricular sin pulso.  Se recomienda, inmediatamente se cuente con un desfibrilador, verificar el ritmo con las paletas si el paciente no está monitorizado con un cardioscopio y si el ritmo es desfibrilable, proporcionar rápidamente la terapia eléctrica.

Otro importante fallo durante un intento de reanimación es la falta de identificación oportuna de una posible causa reversible del paro cardiorrespiratorio, situación que muchas veces se ve agravada por la solicitud innecesaria de exámenes de laboratorio, prolongando el tiempo durante el que se realizan las maniobras de reanimación. El rápido reconocimiento a través del juicio clínico de una potencial causa reversible del paro orienta las intervenciones adicionales con el objetivo de favorecer el retorno a la circulación espontánea. 

La preocupación excesiva por la ventilación e intubación del paciente muchas veces disminuye la calidad de la reanimación y retrasa las acciones encaminadas a revertir la causa del paro. Una sugerencia razonable es intubar al paciente después de la segunda descarga eléctrica durante los esfuerzos de reanimación de un paro en ritmo desfibrilable y lo más pronto posible, en los ritmos no desfibrilables, cuando se sospeche como causa del paro la hipoxia. En los demás casos debe darse prioridad a una reanimación cardiopulmonar de alta calidad.

Tal vez, uno de los errores más comunes y menos advertidos durante una reanimación cardiopulmonar, es la falta de una dinámica de equipo eficaz que ayude a sus miembros a colaborar con las intervenciones de manera coordinada y organizada. Esta ausencia de habilidades no técnicas impacta negativamente el desenlace de la reanimación cardiopulmonar pudiendo presentarse desaciertos en las intervenciones realizadas. No solo se debe saber que hacer durante un paro cardiaco, sino que es igualmente importante saber actuar como equipo llegado el caso.

El líder del equipo debe definir con claridad y delegar las tareas según las competencias de cada miembro del equipo y solicitarles con frecuencia que avisen de posibles omisiones. Resumir la información en voz alta es una buena forma de revaluar el estado del paciente, las acciones realizadas y el progreso del equipo.

El líder y los miembros del equipo deben usar mensajes claros y concisos y deben mostrar respeto mutuo y actitud profesional hacia los demás sea cual sea su experiencia o entrenamiento, esto ayuda a evitar malentendidos. Cuando el líder da una orden, el miembro del equipo debe confirmar que la ha escuchado y comprendido y debe avisar al líder cuando haya finalizado la intervención.

Intercambiar información durante el evento y al finalizar la reanimación ayuda a los miembros del equipo a actuar mejor y puede evidenciar aciertos y fallos del equipo; para ello, se recomienda la implantación de programas de debriefing que pueden incluso mejorar la supervivencia del paciente tras un paro cardiaco.  

A menudo no se siguen las recomendaciones de las guías establecidas, aun cuando la reanimación sea liderada por personal bien entrenado, es posible que los algoritmos al momento de enfrentar un paciente en paro cardiorrespiratorio no siempre puedan recordarse y se indiquen intervenciones o acciones por fuera de los protocolos.

Se sugiere monitorizar la calidad de la reanimación cardiopulmonar durante los esfuerzos de la reanimación y la posterior retroalimentación de los miembros del equipo; además, se recomienda el uso de ayudas cognitivas, el entrenamiento y la capacitación continua para mejorar el rendimiento de los profesionales de la salud durante los intentos de reanimación cardiopulmonar.

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